Por
bastantes motivos, ‘La Economía Azul’ (Tusquets, 2011) no es un ensayo
cualquiera. En primer lugar, Gunter
Pauli (Amberes, 1956) no es un hombre cualquiera:
economista, empresario pero, sobre todo, emprendedor –desde sus manos han
crecido las más variopintas iniciativas, desde la United
Nations University en Tokio a la Zero
Emissions Research Iniciative-
ZERI.
Pauli ha dedicado la mayor parte de su vida a una idea: la de que es posible cambiar el actual modelo productivo, agresivo con la naturaleza, creador de una ingente e inútil cantidad de residuos, agotador y derrochador como ningún otro (economía roja), e incluso, superar los límites de las ideas que intentan combatirlo o mitigar sus efectos más nocivos, pagando más por métodos menos lesivos pero igual de ineficaces, adoptando caminos que alargan la vida de las materias primas pero apenas garantizan su durabilidad, o se afanan en controlar su impacto en el medio ambiente pero sin evitarlo (economía verde).
“Tras los milenios de experiencia se oculta el know how capaz de llevarnos a una nueva forma de desarrollo y de crecimiento, un futuro de reconciliación con el entorno”.
‘La Economía Azul’ es la base de una propuesta para un nuevo enfoque, radicalmente distinto a todos los actuales. En su día, “Cradle to cradle, de la cuna a la cuna: rediseñando la forma en que hacemos las cosas” (McGraw Hill, 2005) de Braungart y McDonough, proponía una total transformación del diseño industrial, la ingeniería química o la arquitectura, para hacer posible la superación de las ‘tres erres’ (Reciclar, Reducir, Reutilizar). Era, y es, posible adoptar un enfoque capaz de garantizar el regreso de las materias primas a la naturaleza, renunciando al impacto negativo, e incluso mejorando el entorno a través de estos retornos. El residuo desaparecía para volver, otra vez y en su forma originaria, a la naturaleza.
Gunter Pauli da un paso más en esta misma dirección. ‘La Economía Azul’ recoge, efectivamente, los esfuerzos de las disciplinas técnicas para superar enfoques caducos. Pero también es capaz de asentar su inspiración no ya en nuevos enfoques, sino en el mejor conocimiento del mismísimo sistema natural. La naturaleza no produce residuos, mantiene un equilibrio de sus elementos y tiene técnicas y formas para conseguirlo.
El funcionamiento de los sistemas naturales es la base de inspiración a la que recurre Pauli para mostrarnos, con un agradecido espíritu constructivo, nuevas iniciativas empresariales sobre esta base ‘azul’. Desde un proyecto para regenerar la selva en Colombia, hasta un método para la lucha contra la acidez estomacal en Australia, pasando por ideas en óptica, nuevos materiales, conservación o generación de energía, o las agujas hipodérmicas indoloras, entre otras tantas. Todo por un objetivo tan loable como necesario, y que anuncia este ensayo en su subtítulo: “10 años, 100 innovaciones, 100 millones de empleos”.
He aquí otro motivo por el que estamos ante un ensayo excepcional: la utilidad y la productividad de las ideas que Pauli lista y desarrolla en ‘La Economía Azul’ está en su clara orientación a la vida (y la economía) real. ¿Cuántas veces no somos testigos del escepticismo ante una idea pretendidamente extraña, extraordinaria o extravagante?, ¿cuántas veces hemos tenido que soportar, ante cualquier intento o iniciativa, por veces de lo más ordinario, a las voces agoreras ávidas en chillarnos ‘¡imposible!’? Pues bien, las cien innovaciones recogidas aquí están en desarrollo, mostrando todo su potencial, y creando riqueza en un momento transcendental para las economías de los países más desarrollados –los más afectados, además, por la crisis económica internacional. Pauli ha trabajado no sólo para iniciativas privadas concretas de desarrollo empresarial, sino también para el Club de Roma, desarrollando evaluaciones sobre el conocido informe ‘Los límites del desarrollo’ (1972), y proponiendo nuevas ideas para una nueva forma de progreso y bienestar global. Su análisis supera el carácter especulativo de otros bien más populares –como los de Alvin Toffler, con una seriedad a prueba de balas para agoreros, especuladores o críticos profesionales.
Una vez superada la duda sobre si una ‘economía azul’ es posible, queda en pié otra pregunta igual de importante: ¿qué tiene que ocurrir para que esa ‘economía azul’ comience a ser un enfoque socioeconómico dominante?, ¿qué tenemos que hacer para que nuestro progreso (que no desarrollo) comience a avanzar en paralelo, y no a expensas, del ecosistema en el que vivimos?, o de forma mucho más conocida y habitual en la opinión pública, ¿hasta cuándo seguirá siendo viable soportar el crecimiento en un ecosistema aceleradamente erosionado y que es, no lo olvidemos nunca, la base ambiental que hace posible la vida y, con ella, cualquier futuro imaginable?
‘La Economía Azul’ no es un libro valioso porque intente responder a estas preguntas –que no lo hace, sino porque intenta sembrar cien semillas capaces de introducir nuevas respuestas, una nueva forma de ver y comprender el mundo, una nueva forma de relacionarnos con la vida desde su misma base.
Una vez que se cierran las tapas del libro es imposible dejar de ver a las aves o a los insectos, a los hongos o a los cereales, a los bosques o a los mares de la misma manera. Tras sus milenios de experiencia se oculta el know how capaz de llevarnos a una nueva forma de desarrollo y de crecimiento, un futuro de reconciliación con el entorno. Igualmente, en una nueva era nefasta en cuanto a la velocidad a la que tienen lugar extinciones de razas y entornos naturales inimitables, perdemos valiosas oportunidades de aprender de quién mejor conoce cómo construir un futuro con calidad de vida… y sin residuos.
Gunter Pauli nos presenta en ‘La Economía Azul’ un ensayo que, muy pronto, acabará siendo imprescindible.
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Otros comentarios: En tiempos de zozobra económica, cuando los expertos parecen
incapaces de ofrecer soluciones, la propuesta de Gunter Pauli (Amberes,
1956) desprende el aroma de lo revolucionario y lo posible a la vez.
Revolucionario porque va más allá de dos modelos que se han revelado
ineficaces: la economía financiera, basada en el crédito y la deuda, y la
"economía verde", que trata de preservar el medio ambiente a costa de
grandes inversiones que la vuelven inviable. La "economía azul"
propone servirse del conocimiento acumulado durante millones de años por la
naturaleza para alcanzar cada vez mayores niveles de eficacia, y traducir esa
lógica del ecosistema al mundo empresarial.
Pauli sugiere estimulantes posibilidades: desde aplicar la
estructura de los termiteros a la arquitectura bioclimática, a teléfonos
móviles que se recargan sin batería gracias a la diferencia de temperatura
entre el aparato y el cuerpo humano, pasando por la reutilización de los
desechos agrícolas. Presentado como informe para el Club de Roma, LA ECONOMÍA
AZUL expone cien iniciativas innovadoras que pueden generar cien millones de
empleos en los próximos 10 años: innovaciones reales, que señalan una vía
alternativa hacia un mundo mejor.
Pauli
rechaza la economía roja capitalista actual, marcada por un “consumismo
ilusorio que ha empujado a la economía a una deuda inasumible, un sistema
insostenible que avanza hacia la destrucción”. Rechaza
en este informe también la economía verde, la ecologista, por onerosa e
inviable y propicia la economía azul, que quiere asegurar el ecosistema más
allá de la preservación y yendo a la regeneración, una economía que “consiste
en asegurar que los ecosistemas mantengan su trayectoria evolutiva de manera
que todos podamos beneficiarnos del inagotable caudal de creatividad,
adaptación y abundancia de la naturaleza”, pero que se apoya en los
emprendedores y busca una “sostenibilidad independiente de subsidios o
exenciones de impuestos”. Critica las fuentes de energía,
empezando por la nuclear pero incluyendo la eólica, fotovoltaica o derivada del
hidrógeno, y por supuesto la basada en recursos no renovables.
Otros
mensajes de esta obra: “Se está produciendo un cambio climático sin que haya
una comprensión real de la urgencia de emprender acciones correctivas”; debemos
“dejar de producir y consumir cosas que en realidad no necesitamos”; “los
principios de la economía son los principios de la comunidad”, de ahí al
ecosistema y de ahí al “esfuerzo cooperativo”. Ahora piense usted en los
políticos que revisen este informe, que recojan este mensaje colectivista y que
a la vez lean que esa Economía Azul no sólo salvará el planeta de la
destrucción sino que además creará cien millones de empleos en diez años. Hay
para colmo de bienes cien innovaciones concretas, incluidas en un apéndice.
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